Sinopsis:
La casa de las bellas durmientes sobresale en la obra de Yasunari Kawabata por su perfección formal. Comienza con la visita del viejo Eguchi a una casa secreta gobernada por una mujer ordinaria y práctica que, al final, como él mismo, revelará su esencia inhumana. En ese burdel, el protagonista, de sesenta y siete años, pasa varias noches junto a los cuerpos de jóvenes vírgenes narcotizadas. A la vez que admira el esplendor de las figuras dormidas, rememora su relación con las mujeres: su esposa, su madre, su amante, sus hijas…
Erotismo, lujuria masculina, vejez y violencia se entretejen en esta fulgurante novela breve que amalgama, como es típico en la obra del Premio Nobel de Literatura, motivos tradicionales de la estética japonesa con temas modernos en ambientes casi irreales. Magnífica pero profundamente perturbadora, La casa de las bellas durmientes es una escalofriante meditación sobre la sexualidad y la muerte.
Nuestra opinión sobre La casa de las bellas durmientes:
Inquietante, melancólica y sombría son algunos de los calificativos que nos vienen a la mente para tratar de explicar la novela. Es una perturbadora meditación sobre la decadencia, el deseo y la muerte.
Kawabata entrelaza el deseo erótico con el ocaso de la vida, en un tono contemplativo, nada explícito. Su personaje protagonista, Eguchi, repite incansablemente su edad: 67 años, que para él significa el inicio de la decadencia.
La belleza dormida de las jóvenes vírgenes representa tanto lo inalcanzable como lo perecedero, un espejo cruel del tiempo perdido, de la vitalidad extinguida y del deseo transformado en contemplación.
La novela se mueve en una delgada línea entre lo sensual y lo espiritual, sin juicios morales. Plantea un universo moral suspendido entre la represión y la fantasía, lo real y lo simbólico. La atmósfera es misteriosa, etérea, a medio camino entre la realidad y los sueños.
Prosa sobria, minimalista, pero delicadamente sugerente. Breve (tiene apenas 100 páginas), pero cargada de significados ocultos.
Fue adaptada al cine en 1968 por Kōzaburō Yoshimura.
Kawabata no da respuestas: sugiere, insinúa, deja espacio a la interpretación personal. Tampoco juzga, expone y deja abierto el camino a la reflexión individual. Posiblemente cada lector saque diferentes conclusiones.
Lo que más nos ha gustado es la originalidad de la historia y de la manera de plantearla. Igual de original que otra de sus obras que hemos leído –La bailarina de Izu– pero con un argumento a nuestro parecer más interesante.
Lo que menos, pero que forma también parte de su encanto, es el tono melancólico y la sensación de desesperanza que desprende el relato.
Una lectura interesante que nos ha complacido. Pero que también nos ha dejado un regusto incómodo. Seguiremos indagando en la obra del autor para vencer ese pequeño reparo.
Sobre Yasunari Kawabata:
Yasunari Kawabata nació el 11 de junio de 1899 en Osaka, Japón. Quedó huérfano antes de los 4 años, y posteriormente perdió también a su abuela, hermana y abuelo, con quien vivió hasta los 15. Esta experiencia de soledad y pérdida marcó profundamente su sensibilidad y su obra literaria.
En cuanto a su formación, en 1920 ingresó en la Universidad Imperial de Tokio, donde estudió literatura inglesa y más tarde literatura japonesa.
Empezó su carrera literaria escribiendo ensayos y relatos breves. Participó en el movimiento Shinkankakuha (“Escuela de la Nueva Sensación”), que buscaba renovar la narrativa japonesa incorporando una visión estética más moderna y sensorial.
Algunas de sus novelas más populares son: La bailarina de Izu, País de nieve, Mil grullas, La casa de las bellas durmientes y Lo bello y lo triste.
En 1968 se le concedió el Premio Nobel de Literatura.
Murió cuatro años después en circunstancias extrañas.